Huesos en el jardín. Henning Mankell

47062.jpgLo más normal que ocurra cuando decides comprar este libro para regalar y te quedas sin lectura es que te intrigue esa mano que parece estar pidiendo que le eches una mano para resolver su identidad.
Nada más sencillo. Después de haber leído casi toda la serie protagonizada por el detective Kurt Wallander te sacudes de encima la poca hojarasca literaria que rodea la mano y a este tipo de lectura policiaca y en un periquete das con el propietario de la misma.
Una buena oportunidad para quienes gustan de este género y autor (para muchos el maestro de los nuevos escritores escandinavos que actualmente están de moda en este género) y para otros una oportunidad para valorar a través de la intriga los modelos sociales por los que se desarrolla la acción.

Pequeñas resistencias. Antología del nuevo cuento español

9788495642165_04_h.jpgDice uno de los treinta cuentistas que componen esta antología que como buen vasco que es, a él no le interesa la liga, que lo que le interesa es el partido, y que esa es la diferencia que él ve entre la novela y el cuento. Así a este libro de muchos cuentos se le puede sacar mucho partido. Partidos con finales sorprendentes en el último minuto, encuentros en los que el desarrollo del juego es lo vital o bien aquellos en los que una jugada da sentido a los noventa minutos. Da igual, es lo bueno que tiene una selección de buenos cuentos, los vas leyendo de poco a poco y entre uno y otro saboreas el bocadillo en la grada.

El último minuto. Andrés Neuman

9788483930014_04_h.jpgLos relatos de Neuman sorprenden por el uso que hace de situaciones cotidianas. Éstas una vez se despliegan van adquiriendo un tinte de ficción que las hacen aún más reales hasta que en el último minuto adquieren una cordura fantástica.

El límite de las palabras

portada-el-limite-de-la-palabra_1-es.jpgQue la palabra sea el límite no quiere decir que lo sea todo aquello que se pueda expresar con un puñado de ellas. Antología de microrrelatos solo de autores argentinos en la que se repasa la trayectoria y evolución de los mismos durante el siglo XX.
Un ejemplo: El Suicida. Enrique Anderson Imbert
Al pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo- alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora. No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa? Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había cambiado el veneno por agua, las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.
Al llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Tomó el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las carnes recobraban su lasitud como el agua después que le pescan el pez.
Se derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.

Las lunas de Júpiter. Alice Munro

lunasjupiter.jpgLas lunas de Júpiter es uno de los cuentos incluidos en este volumen y da título a la recopilación. Cuentos de lo más cotidiano, con parejas que se juntan y se separan, que se trasladan a lo largo y ancho de tan extenso país como es Canadá, en los que relata la idiosincrasia de esa nación y al mismo tiempo ese fondo de melancolía que aporta el paso de tiempo, da igual donde se viva, tan bien descrito por Munro en su labor como cuentista, lo que le ha valido acceder al Premio Nobel sin necesidad de haber escrito novela de relevancia alguna.

Las mejores historias sobre perros

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Debió de haberlo cogido algún lector de malas pulgas pues el libro no estaba en la sección que le correspondía y me llamó la atención su portada. Es posible que en las manos anteriores se hubiese cerrado a modo de mordisco pero en las mías dejó un cariñoso lametón. Me gustan los perros, los que tiran de trineos, los que acompañan a los ciegos, lo que son capaces de arrear ovejas, mucho menos los falderos, esos perros de porcelana que roban el calor que desprende el canalillo, bien sea el alto o el bajo (¿Envidia? Tal vez) Lo cierto es que al ver el nombre de Jack London entre los selectos opté por él. Y no me equivoqué. Cuando paso a su lado aún oigo el ¡Gee! y el ¡Haw! de Thornton con el que Buck, su perro, fue capaz de mover el trineo atenazado por el hielo; o bien huelo el aroma que conducía a El Abad de Kipling a marcar con su hocico el lugar de las trufas; o me recuerda aquellos capítulos en blanco y negro inspirados en los collies de Terhune con su famosa Lassie.

 

Saul Bellow. Herzog

herzog-saul-bellow_1_1194607.jpgMe lo prestaron. Un desconocido. Me explico: el autor y el título. Premio Nobel él y el protagonista, Moses Herzog, un ex-profesor de cuarenta y siete años, al que su mujer acaba de abandonar por uno de sus mejores amigos, cuya trayectoria profesional se ha venido abajo debido a su indolencia y cuya vida, en general, parece haber entrado en un callejón sin salida.

Comencé a  leerlo. Primera frase: “Si estoy chalado, tanto mejor, pensó Moses Herzog”. Esto promete. 20 páginas más adelante anduve por Venezuela con Dª Bárbara. 10 más y me embarqué con Sawyer por el Misisipi. 20 más y descubrí la mecánica de la naranja. Aún lo intenté 15 páginas más, tras las que disfruté con Dª Fabrizio El Gatopardo.

Lo devolví. Un conocido. Me explico: quien me lo prestó. A Herzog no logré tener el gusto.

El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa

libro_1254668170.jpgEl Gatopardo puede pasar a la historia tan solo por la frase «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie» que ha dado lugar en los ámbitos políticos al “gatopardismo” significando una propuesta realizada por un mandatario lampedusiano. Ejemplo más actual: las reformas educativas.

Sin embargo la novela es mucho más. A pesar de ser su única obra novelada y estar escrita cuando rayaba los 60 años, Dº Giuseppe desde su posición de Príncipe y Duque describe figuradamente las andanzas de su bisabuelo de forma magistral, así como las adaptaciones llevadas acabo por la nobleza ante la reunificación “garibaldiana” de Italia, el ascenso de un nuevo tipo de poder: el político, y de camino hace un repaso al comportamiento de La Iglesia así como a la sociedad siciliana de la época. Todo ello entre amoríos pactados y tiras y aflojas para evitar la pérdida de poder aristocrático mientras el personaje observa como va pasando irremediablemente la vida.

La naranja mecánica. Anthony Burgess

9788445078822.jpgCuentan de quienes han de deshojar la margarita en las editoriales y en los concursos literarios que con leer las primeras quince a veinte páginas ya deciden si publicar o premiar los manuscritos a cribar.

También cuentan de quienes escriben, el esmero puesto en una primera página que capture al lector para que el libro permanezca en sus manos hasta la última.

A Burgess todo esto debió importarle un bledo tras ser advertido de la poca vida que le quedaba tras un diagnóstico, que resultó ser erróneo, de cáncer, y decidirse a escribir como un poseso. Esto explica que en la primera página existan unos veinte vocablos nadsat, una jerga adolescente ideada por él usando palabras rusas e inglesas Cookney así como algunas de propia invención, que obligan al lector a acudir al glosario final. Sin embargo no hace falta ser políglota para darse cuenta que se puede disfrutar de su lectura con fluidez ya que los términos están insertos en frases tan explícitas que a buen entendedor sobran palabras.

Lo que no le importó un bledo al escritor fue que Kubrick eligiera la versión americana como referencia para adaptar el guión de su película. En ese país la novela fue publicada sin el capítulo 21 en el que La Técnica Ludovico, empleada para tratar a Alex, es efectiva y el sujeto cambia de actitud.

Para aquellos a los que la película no dejó indiferente en el tratamiento dado a los condicionantes en torno a la violencia tanto individual como institucionalizada, el libro tampoco les defraudará.

Ajuar funerario. Fernando Iwasaki

cubierta_ajuar_septima_ed_300px.jpgLa portada es clara. En torno a la muerte, los miedos que genera, los que nos han generado, los antes y después de esas ánimas que vagan en cuartos cerrados, vasijas y cementerios, Iwasaki adorna sus microrrelatos colocando una condecoración de Poe, el anillo de James o la leontina de Lovercraft dándoles un toque personal propio de quien vivió aquellos entierros de antaño, con su caldo y plañideras. En unos casos sorprenden sus finales, en otros la habilidad para construirlos, en unos queda flotando el miedo si se releen mentalmente y en otros provocan una risa burlona que nos hace mirar de reojo.