Svetlana Alexiévich. Voces de Chernobil

Hacía tiempo que no leía un libro tan conmovedor. Está escrito por una bielorrusa. Sin embargo, Chernóbil está en Ucrania. En él se hace eco de la huella dejada por la catástrofe del reactor nuclear ruso. El epicentro reactivo se encuentra a dieciséis kilómetros de la frontera entre ambos países.

En realidad el libro quienes lo escriben son los protagonistas. Recoge el testimonio de aquellos que han sobrevivido a quienes primero llegaron a sofocar la tragedia y no los dejaron regresar a sus hogares; de aquellos que decidieron escapar de la evacuación obligatoria para quedarse a vivir en una tierra de muertos; de aquellos que se dieron cuenta que las abejas no salieron durante cuatro días de las colmenas y de que para encontrar una lombriz con la que pescar tuvieron que escarbar a un metro de profundidad; de aquellos que se llevaron la puerta de su casa pues según su cultura en ella está toda la historia familiar con el crecimiento de sus miembros marcado con muescas y la impronta de la muerte al ser usada como altar a la espera del féretro para que ésta tenga vía libre y abandone la casa; de aquellos que fueron reubicados en pisos y dotados de su pensión económica que acabaron volviendo a sus casas cansados de hijos y nueras obsesionados con limpiar todo lo que ellos tocaban o la historia de quien anunciaba en el mercadillo la venta de manzanas de Chernóbil, según muchos haciéndose la peor de las propagandas posibles a lo que ella contestaba que eran las mejores manzanas para las suegra y los jefes.

Pero si hay una historia que impacta es la primera, la que empieza: No sé de qué hablar… ¿De la muerte o del amor? ¿O es lo mismo? ¿De qué? Titulada: Una solitaria voz. La voz de una esposa embarazada de seis meses que despide a su esposo bombero tras la explosión mientras él le dice: Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Volveré pronto.

El árbol de la ciencia. Pío Baroja.

No entró en mis planes de estudio como una de esas lecturas obligatorias por trimestres. Sin embargo, me consta el uso de El árbol de la ciencia en muchos institutos. De las cien primeras páginas deduje el poco interés para tal fin que deben presentar los alumnos ante la obligación por conocer la vida de Madrid de entre siglos XIX y XX con gran variedad de personajes que entran y salen de escena creando el ambiente que justifique la trama filosófica en torno al sentido de la vida que tiene lugar posteriormente.

Es esta segunda parte de la lectura la verdaderamente aprovechable para despertar en el alumno las preguntas existenciales que envuelven las postrimerías de la pubertad haciendo uso de los diálogos entre el protagonista, Andrés, médico en formación, y su tío, también doctor, con Kant y Schopenhauer como guías. Finalmente, la trama vuelve a Madrid y su vida cotidiana donde, a través de Andrés, Pío Baroja justifica su línea de pensamiento.

Se me ocurre que también podría ser lectura recomendable durante la pubertad jubilar, cuando tanto tiempo se va en recapitular y tanto queda por hacer siendo lo más cómodo abandonarse en un banco de la plaza para ver la vida pasar.

Per el afortunado. Henrik Pontoppidan

Per el afortunado es un novelón. No solo por cómo hay que ahuecar la mano para cogerlo ni por el número de páginas. El perfil psicológico del propio Per desde su infancia, hijo de padre pastor religioso, miembro de familia numerosa, su rebeldía adolescente, la búsqueda de su propia gloria como ingeniero revolucionario y la de su país gracias a sus proyectos, el codearse con el poder económico judío danés en una sociedad en plena transformación, incluido el propio de cambio de siglo, el acabar aislado al norte del país para evitar seguir haciendo daño a quienes le rodean con sus golpes de fortuna y de soberbia bien vale la pena cargar con el peso del libro y de la huella cristiana del personaje hasta el final de sus días.

Desconozco si en el original Per rompe moldes al idear puertos y canales que hicieran de Dinamarca una nación a la vanguardia europea pues en sus diseños habla de máquinas productoras de energía eólica (comprensible dado el uso de la misma en países donde los molinos son tradición) pero también lo hace de la obtención de energía a través del empuje de las olas. Si soy consciente de que en ocasiones la traductora pareciera que se permite alguna licencia con el empleo de términos propios de conversaciones actuales que a mi modo de ver están bien enmascarados y facilitan mucho la lectura de una obra que permitió a Pontoppidan obtener el nobel hace un siglo además de ser igualada su maestría a la de Dostoyevsky y Thomas Mann.

Tres novelas exóticas

Rodrigo Rey Sosa

No suelo usar las opiniones de la contraportada de un libro pero tras leer el libro me he acordado de un conocido presentador de televisión…

«Una escritura despojada hasta el máximo, en la que ninguna palabra sobra, y sin embargo es envolvente y sensual hasta rozar lo obsesivo, casi como un sueño vivido.»

«Las novelas escritas por guatemaltecos (o sus variantes de género) son, por definición, exóticas. Las novelas guatemaltecas ambientadas en la selva del Petén, en África del Norte o en el sur la India pueden no tener el encanto de lo extraño, pero deben llamarse, en rigor, exóticas», declara el autor en su introducción a este volumen memorable.

Escritor errante, Rodrigo Rey Rosa es un maestro a la hora de retratar las geografías que ha conocido y a los seres humanos que las pueblan. Marruecos, la India y las antiguas tierras mayas en la selva de Centroamérica acogen las novelas aquí recogidas -Lo que soñó Sebastián, La orilla africana y El tren a Travancore (Cartas indias)-: tres historias para viajar y atesorar.

«Rodrigo Rey Rosa pone al lector «fuera de sí», lo hace soñar, lo trastorna, lo domestica y, después, en un perfecto smash, lo envía lejos de toda certidumbre.»

«Discípulo libresco de Jorge Luis Borges, primero, y en directo de Paul Bowles, después, Rodrigo Rey Rosa es un narrador sin patria ni tradición, marcado por la austeridad ejemplar de su escritura.»

«Rey Rosa crea historias de proporciones míticas.»

«No hay duda de que Rey Rosa es uno de los mejores escritores del momento.»

«Un implacable testigo, aunque jamás un cronista, del cruce y el conflicto de razas, culturas y civilizaciones.»

…cuando dice aquello de: acaban ustedes de oír las noticias, ahora le contaremos la verdad.

La jungla

Upton Sinclair

Por qué la carne de Chicago, cuando tu madre te enviaba a la venta a comprar una lata de carne molida para hacer un revuelto, era de Chicago, es algo que ni solíamos ni solemos preguntarnos al echar mano a una de esas latas con el toro impreso en ella junto a la llave pegada para abrirla. La misma a la que en sus tiempos había que desenroscarle luego el serpentín de metal, evitando no cortarse, para que dicha llave formara parte del ajuar de cucharas, tenedores y cuchillos en la gaveta de la cocina que tu madre era la única capaz de encontrar.

La Jungla es novela que instruye sobre la carne de Chicago, allá por los inicios del siglo XX cuando esta ciudad tuvo el monopolio de su comercio. Trust de la carne, cuyo sinónimo es Cártel de la Carne. En Packingtown, al sur de la “Ciudad del Viento” entraban los trenes cargados de reses y salían con éstas transformadas en todo tipo de productos: desde jamón y salchichas hasta pieles y abono, bajo la máxima que dice: del cerdo se aprovecha todo menos los gruñidos. Allí acudieron miles y miles de trabajadores que hicieron cola a las siete de la mañana en busca de una ocupación. Primero irlandeses, luego italianos, mas tarde polacos y a continuación eslavos entre los que se encontraba Jurgis, lituano, y toda su familia.

La de calamidades sufridas por cualquier trabajador en aquellas industrias así como las del propio Jurgis hace que la novela sea realmente dura, entre otras cosas porque no hay capítulo en los que, por decirlo de alguna forma, salga el sol. Quienes estaban en la primera planta vivían con los lamentos de los animales, la sangre y el calor de las calderas. Los del piso inferior sufrían en la cabeza las altas temperaturas del piso superior, la pérdida de dedos de las manos en el despiece, y de los pies por la salmuera y por el frío de las salas inferiores donde se guardaban las piezas. Con excedente de mano de obra, el recambio estaba garantizado cuando las infecciones provocadas por accidente, ratas o heridas que no cicatrizaban disminuían el rendimiento. Abrirse camino con los exiguos salarios era muy difícil pues al adquirir una casa no se les informaba de la letra menuda en torno a los intereses y esto condenaba a la prostitución de sus mujeres para conservar el empleo y el hogar y para tener ingresos extras; también obligaba al trabajo de los hijos en la venta de periódicos. Todo en un ambiente en el que los sindicatos van tomando conciencia, policías y jueces ganan corruptas prebendas, se inician huelgas y aparece la visión socialista como contrapunto.

Es esta visión la que al final de la novela facilita unos capítulos tediosos, más propios de un ensayo político, al describir algunos de los discursos tenidos lugar en enfrentamientos públicos entre republicanos, demócratas y clérigos defendiendo sus posturas. De los cambios provocados por esas dialécticas observamos hoy las mejoras en esos programas de televisión en los que nos demuestran  “cómo se hacen” ya sean los donuts o las gominolas en forma de osito, que distan mucho de esos “cómo se hacen” en países en vías de desarrollo en los que es fácil entender que las cosas no han cambiado sino que se han trasladado y que la jungla sigue siendo la jungla.

También se han trasladado las etiquetas de los envases. Ahora la carne de lata es de vacuno 98.7% (54% carne de vacuno, resto casquería de vacuno) y ya no viene de Chicago ni de Brasil sino del Polígono Escaleritas en Gran Canaria.

Vida y destino

Vasilli Grossman

Con Vida y destino, Grossman no solo recuerda a los inmortales escritores rusos Tolstoi y Dostoievski sino que se pone a su altura. Lo primero que impresiona cuando se tiene en la mano esta novela, editada por Galaxia Gutemberg, es su peso. Más bien la distribución del mismo pues se coja por donde se coja está bien equilibrado. Ese mismo peso, antes de llegar a leer la primera página, a sabiendas que la última es la mil ciento quince hace pensar también en que seguramente pueda ser un ladrillo. Vasili, que fuera reportero de guerra soviético, cuya novela, escrita en 1960, tuvo la suerte de ser microfilmada, sacada de la URSS, donde estaba prohibida, y publicada recientemente en español, distribuye su historia entre Stalingrado, Leningrado, Moscú y cualquier aldea perdida entre los Urales o en Siberia; también lo hace entre campos de concentración alemanes a donde van a parar judíos y los campos soviéticos a donde van los depurados en 1937 por La Gran Purga; entre los militares rusos que están en activo, los militares alemanes, los científicos, los campesinos y entre todos los estratos sociales; tan igual se adentra en una fábrica como en un laboratorio, en una trinchera como en un despacho. Distribuye el peso entre órdenes militares, resistencias numantinas de puestos estratégicos, amores, envidias profesionales, hambre, miseria, dudas existenciales y todo lo que todo lo que motivaba a seguir viviendo en Rusia en aquellos momentos. en aquellos momentos. Ese peso tan bien distribuido se convierte en un ladrillo contra el comunismo reinante al que iguala con el fascismo nazi, contra el aparato burocrático, las formas de acceder al poder, la distribución de la riqueza y contra todo aquello que durante años tuvieron miedo a decir en voz alta.

Todo se desmorona

Chinua Achebe     

Atravesamos La Plaza del Charco y ahí están ellos; llegamos a San Telmo y ahí están ellas. Los negros con sus bolsos, las negras con sus trenzas. Cerramos los ojos y viajamos imaginando África. Podemos elegir entre soñar con el Celta de Vargas Llosa o dejar nuestro Corazón en Tinieblas como lo hiciera Joseph Conrad; podemos recrear Memorias de ese continente con Redford y Streep gracias a Isak Blinsen o hacer el descenso del Río Ulanga, a bordo de La Reina de África con Bogart y Katherine, propuesto por CS. Forester. En cualquier caso todo el colorido imaginado lo veremos filtrado por el color blanco.

Los cuentos más breves del mundo

416hfUalZwL._SX333_BO1,204,203,200_.jpgComo en todas las antologías los seleccionados dependen del antologador y como en todos los cuentos depende de quien los cuenta gustarán más o no. Como catálogo de agencia de viajes del cuento está muy bien ya que da una visión griega, china, india rusa europea, americana, etc. de cuentistas y como catálogo sobre la evolución del cuento también llega hasta los albores de la literatura moderna.

Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual

Edición de Gemma Pellicer y Fernando Valls

Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual reúne 35 obras de los “Calleja” mejor considerados, por quienes han realizado la selección, para salir juntos en la misma foto. Algunos de ellos tienen mucho cuento, otros no entiendes a cuento de qué salen fotografiados y de otros cabe suponer que le habrán echado mucho cuento para no quedarse fuera de la instantánea. Ofrece el volumen una buena panorámica sobre la salud del cuento español al tiempo que la poética, previa a cada uno de ellos escrita por sus autores, deja a las claras que es muy fácil decir eso de «Tienes más cuento que Calleja» pero que otra cosa bien distinta es lograr hacer un cuento tan atractivo como los editados por Dº Saturnino Calleja.

Cosmos, Witold Gombrowicz

Captura de pantalla 2017-12-04 16.18.27.pngSi te gusta leer y entras en una librería, aunque no lleves un título en mente, es probable que salgas con un libro en la mano. El peso, la portada, la curiosa vida del autor, el olor, el comentario en la contraportada, el género literario, el título, el comentario de un amigo: cada cual podría argumentar el por qué ha elegido esa lectura y no otra. En ocasiones somos incapaces de descifrar las asociaciones realizadas que nos han llevado a la toma de decisión. Antes de tomarla nuestras neuronas habrán tenido que buscar una serie de vínculos aparentemente desconectados entre sí en un intento por ordenar el caos. La realidad es que el libro sale de la librería.
Para Witold, Cosmos, es un intento de investigar sobre los orígenes de la realidad. Un gorrión colgado, un palito colgado, flechas en el techo, huellas, señales, bocas que se yuxtaponen, pistas en varias direcciones que la mente del protagonista trata de hacer coherentes en la búsqueda del mensaje que las ha de conectar hasta caer en la cuenta de que por encima de todo, la imperfección, la fragmentación del conocimiento humano equivale a una incapacidad para conocer el Todo.
Cosmos, es un libro recordado por Matías, el librero de Masilva, al verme entrar en su librería. Tras sacarlo de la retranca, de ese cofre de los tesoros que atesora el buen librero, me dijo: llévate éste, te lo presto, lo traje de México; si de mis clientes hay alguno que le pueda sacar partido a Witold eres tú. Él fue polaco pero la Segunda Guerra Mundial lo pilló en Argentina y por allí se quedó. Al otro lado se le conoce más.
Para quien escribe, Witold y Cosmos pueden dejar al lector tan colgado como un salchichón o como el gorrión de la portada o bien reconocer que es el gorrión quien ha dejado colgado al lector preguntándose el tiempo empleado en hacer coherentes interpretaciones que no dejan de ser meras aleatoriedades, incluida la propia comprensión del Cosmos ante la incapacidad para conocer el Todo.

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