Upton Sinclair

Por qué la carne de Chicago, cuando tu madre te enviaba a la venta a comprar una lata de carne molida para hacer un revuelto, era de Chicago, es algo que ni solíamos ni solemos preguntarnos al echar mano a una de esas latas con el toro impreso en ella junto a la llave pegada para abrirla. La misma a la que en sus tiempos había que desenroscarle luego el serpentín de metal, evitando no cortarse, para que dicha llave formara parte del ajuar de cucharas, tenedores y cuchillos en la gaveta de la cocina que tu madre era la única capaz de encontrar.
La Jungla es novela que instruye sobre la carne de Chicago, allá por los inicios del siglo XX cuando esta ciudad tuvo el monopolio de su comercio. Trust de la carne, cuyo sinónimo es Cártel de la Carne. En Packingtown, al sur de la “Ciudad del Viento” entraban los trenes cargados de reses y salían con éstas transformadas en todo tipo de productos: desde jamón y salchichas hasta pieles y abono, bajo la máxima que dice: del cerdo se aprovecha todo menos los gruñidos. Allí acudieron miles y miles de trabajadores que hicieron cola a las siete de la mañana en busca de una ocupación. Primero irlandeses, luego italianos, mas tarde polacos y a continuación eslavos entre los que se encontraba Jurgis, lituano, y toda su familia.
La de calamidades sufridas por cualquier trabajador en aquellas industrias así como las del propio Jurgis hace que la novela sea realmente dura, entre otras cosas porque no hay capítulo en los que, por decirlo de alguna forma, salga el sol. Quienes estaban en la primera planta vivían con los lamentos de los animales, la sangre y el calor de las calderas. Los del piso inferior sufrían en la cabeza las altas temperaturas del piso superior, la pérdida de dedos de las manos en el despiece, y de los pies por la salmuera y por el frío de las salas inferiores donde se guardaban las piezas. Con excedente de mano de obra, el recambio estaba garantizado cuando las infecciones provocadas por accidente, ratas o heridas que no cicatrizaban disminuían el rendimiento. Abrirse camino con los exiguos salarios era muy difícil pues al adquirir una casa no se les informaba de la letra menuda en torno a los intereses y esto condenaba a la prostitución de sus mujeres para conservar el empleo y el hogar y para tener ingresos extras; también obligaba al trabajo de los hijos en la venta de periódicos. Todo en un ambiente en el que los sindicatos van tomando conciencia, policías y jueces ganan corruptas prebendas, se inician huelgas y aparece la visión socialista como contrapunto.
Es esta visión la que al final de la novela facilita unos capítulos tediosos, más propios de un ensayo político, al describir algunos de los discursos tenidos lugar en enfrentamientos públicos entre republicanos, demócratas y clérigos defendiendo sus posturas. De los cambios provocados por esas dialécticas observamos hoy las mejoras en esos programas de televisión en los que nos demuestran “cómo se hacen” ya sean los donuts o las gominolas en forma de osito, que distan mucho de esos “cómo se hacen” en países en vías de desarrollo en los que es fácil entender que las cosas no han cambiado sino que se han trasladado y que la jungla sigue siendo la jungla.
También se han trasladado las etiquetas de los envases. Ahora la carne de lata es de vacuno 98.7% (54% carne de vacuno, resto casquería de vacuno) y ya no viene de Chicago ni de Brasil sino del Polígono Escaleritas en Gran Canaria.








Como en todas las antologías los seleccionados dependen del antologador y como en todos los cuentos depende de quien los cuenta gustarán más o no. Como catálogo de agencia de viajes del cuento está muy bien ya que da una visión griega, china, india rusa europea, americana, etc. de cuentistas y como catálogo sobre la evolución del cuento también llega hasta los albores de la literatura moderna.
Si te gusta leer y entras en una librería, aunque no lleves un título en mente, es probable que salgas con un libro en la mano. El peso, la portada, la curiosa vida del autor, el olor, el comentario en la contraportada, el género literario, el título, el comentario de un amigo: cada cual podría argumentar el por qué ha elegido esa lectura y no otra. En ocasiones somos incapaces de descifrar las asociaciones realizadas que nos han llevado a la toma de decisión. Antes de tomarla nuestras neuronas habrán tenido que buscar una serie de vínculos aparentemente desconectados entre sí en un intento por ordenar el caos. La realidad es que el libro sale de la librería.

Una vez pasas el control de un aeropuerto cada cual vaguea por aquella sección que más le atrae a la espera del embarque y siempre y cuando quede algún detalle por incorporar es posible, como en mi caso, que tras valorar la opción de comprar algo de embutido bilbaíno, membrillo de la zona, o una Virgen de Begoña a precios nada benditos, acabe hojeando un libro a modo de recordatorio entorno a la gastronomía vasca. Si en esas se te presenta una oportunidad amena con la que instruirse en los entresijos del español y entretener el vuelo es tan difícil resistirse como dejar un pincho de lado.
Entretenida sí que es. Disparatada puede que parezca si te pierdes en ella con sus saltos de un personaje a otro, de un tipo de narrador a otro, de una aventura que se solapa con la otra a cual más inverosímil. Pero al margen de ello no deja de ser un ejercicio de imaginación con una hoja de ruta muy bien establecida en forma de carrusel en el que escritor, protagonista, personajes principales y secundarios entran y salen de la realidad a la ficción de la propia novela que compone el propio narrador lo cual en ocasiones puede despistar al lector. Como lectura refrescante entre otras más densas está muy bien y como opción juvenil también.
Demasiada felicidad, tanta, debió embargar a Alice Munro, cuando cayó en sus manos la historia de Sofía Kovalevsky, que decidió escribir el cuento que da título al libro. Novelista, matemática, primera mujer contratada como profesora de universidad en Europa, en la actualidad un cráter lunar lleva su nombre, a Sofía también le embargaba demasiada felicidad camino de Estocolmo al tiempo que incubaba una neumonía que acabaría con ella. Relato biográfico que nada dista de aquellos otros de ficción incluidos en este libro en los que familias se desestructuran cuando la felicidad que les embargó desaparece o cuando una de las partes se llena de la misma fuera de casa, los hijos siguen su curso, los trabajos cambian, las distancias aumentan y la vida pasa, como la de Kovalevsky, en busca de la felicidad, que escapa entre los dedos que tratan de agarrarla en esos pequeños instantes que nos embarga dejando ese fondo de tristeza al comprobar que irremediablemente el tiempo pasa tal y como ocurre con los cuentos de Munro en los que sin darte cuenta ya se han acabado.