Oliver Sacks cuenta con un abanico de lectores que suele ser de ciencias más que de letras. No es que haga falta una especial pericia ya que es un gran divulgador de la misma pero el apartado neurológico interesa sobre todo a fisioterapeutas, médicos, enfermos y familiares que buscan en su lectura explicaciones para todos los públicos a síndromes y enfermedades curiosas que atañen al sistema nervioso. En este volumen expone siete casos entre los que se encuentra un pintor que tras un accidente pierde solamente la visión para el color y ha de acostumbrase a vivir entre tonalidades de gris; un hombre aquejado de tics de todo tipo debido al conocido Síndrome de Tourette lo que no le impide conducir y pilotar sino que incluso es un buen cirujano y una autista capaz de comprender el sufrimiento de los animales pero que se siente una antropóloga en Marte cuando se trata de entender los sentimientos humanos.
Este tomo se me ha hecho algo más pesado que “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” al agrandar la narración con otros casos y con el desarrollo histórico del conocimiento de dichas enfermedades lo que hace a base de Notas a pie de página con un tamaño de letra minúsculo, extensas en muchas ocasiones, que distorsionan la lectura y que tienen un mayor calado científico.
Sirva de ejemplo, para aquellos que tratan de acercarse a comprender el autismo, las palabras de Temple Grandin, zoóloga, etóloga y profesora de la Universidad Estatal de Colorado, y diseñadora de mataderos, gran defensora del bienestar de los animales, sobre todo de los explotados por la industria ganadera: El circuito de la emoción no está conectado…, es el fallo. En mi memoria no hay archivos que estén reprimidos. El resto tiene archivos que están bloqueados. Yo no tengo ninguno tan doloroso como para que esté bloqueado. No hay secretos, no hay puertas cerradas, no hay nada oculto. Puedo inferir que hay zonas ocultas en otras personas, por lo que no pueden hablar de ciertas cosas. La amígdala cerebral cierra los archivos del hipocampo. En mí, la amígdala no genera suficiente emoción para cerrar los archivos del hipocampo.
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