Cuando a finales de los ochenta oí hablar del revuelo originado por este libro, así como la fatwa dictada por el Ayatolá Jomeini poniendo precio a la cabeza del escritor, pensé que Salman había escrito un ensayo, y no una novela, en el que ponía de manifiesto aspectos de carácter científico histórico en torno a las religiones orientales, a partir de esa sección de Los Versos satánicos coránicos, como quien pueda hacerlo a raíz del manuscrito de Nag Hammadi incluido dentro de los llamados Evangelios apócrifos respecto a las iglesias cristianas.
Sin embargo, es una novela, pura ficción aderezada con buen humor, en ocasiones con historias colaterales que de no estar incluidas tampoco pasa nada y el lector se perdería menos en este laberinto imaginativo donde Rushdie despliega fantasía a doquier.
Esto hace suponer que libros debieron venderse muchos pero que una gran mayoría de lecturas iniciadas quedaron con el marcador derretido entre las páginas, pues no es fácil seguir la estela de los dos únicos supervivientes de origen hindú a la explosión de un avión cerca de las costas inglesas entre sus sentimientos de pertenencia al grupo de migrantes. Ni ellos se encuentran a gusto en el país de destino, ni los nativos ni los hindúes ingleses los aceptan en demasía, al tiempo que en su país de origen les ocurre otro tanto al verlos regresar mientras se vertebran sus evoluciones como arcángel uno y diablo el otro con otras historias entre las que se encuentra la de Mahoma (Mahound en el libro), su exilio y su eventual regreso triunfante a La Meca preislámica y politeísta (Jahilia en la novela).
Desde este lado de la orilla tanto revuelo pareciera desmesurado pero hemos de reconocer que también en nuestros mares, por causas igualmente nobles, nadan fundamentalistas del Madrid ni tocarlo, del eso ni nombrarlo que es més que un club o del con eso me faltas al respeto que con la Virgen del Carmen no se juega que es mi madre.