Textos escogidos a lo largo de la obra poética y narrativa cuyo denominador común estriba en la procedencia onírica del material literario. Así se lee en la contraportada del texto, a su vez extraído a partir del prólogo.
Hasta la página 55 creí que me estaban tomando el pelo o bien que es imposible una buena digestión a quien por primera vez prueba las ostras y piensa que mastica landres. Sin embargo, aparece Comiaces, caserío hoy no registrado, al norte de Ciudad Rodrigo y, tal vez por la familiaridad de esa ciudad o porque el modelo expresivo se hace más palpable, menos freudiano, comienza el tufillo a caviar.
Indago sobre el autor y entonces no me extraña esa forma suya de escribir a base de frases cortas, a girones, como quien picotea y tira de la carnaza al igual que esas aves rapaces carroñeras de las que como ornitólogo es especialista tras años y años de observación pirenaica.
Todo se hace más fácil hasta el final, más comprensible, incluso entendible el que para muchos sea un ave raris con gran cantidad de publicaciones y adeptos a su singularidad.
Al acabar regresé a los primeros textos. Lo siento. Aún no debo estar preparado para estos manjares.