La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedrecita se sale del dibujo. Poco a poco… se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedra hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la especulación del otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. (Capítulo 36)
Según palabras de propio Cortazar: El problema central para el personaje de Rayuela, con el que yo me identifico en este caso, es que él tiene una visión que podríamos llamar maravillosa de la realidad. Maravillosa en el sentido de que él cree que la realidad cotidiana enmascara una segunda realidad que no es ni misteriosa, ni trascendente, ni teológica, sino que es profundamente humana, pero que por una serie de equivocaciones ha quedado como enmascarada detrás de una realidad prefabricada con muchos años de cultura, una cultura en la que hay maravillas pero también profundas aberraciones, profundas tergiversaciones.
Lo cierto es que entre lo Maravilloso y la Realidad, la lectura se mueve entre capítulos imprescindibles que se han convertido en auténticas enciclopedias sobre el Jazz que nada afectan a la lectura y otros prescindibles que son una pena perdérselos. No es fácil leer Rayuela, se haga de forma lineal o saltando capítulos si se sigue la guía propuesta por el autor a modo de quien golpea la piedrita con el pie. Lo que da a entender el por qué ha cosechado desde 1963 lectores que han dejado su lectura en la Tierra para otra ocasión y otros que han logrado llegar al Cielo con ella. Por ejemplo, mi caso, que hace 25 años traté de leerla y la dejé enterrada y ahora, cuando se cumple el 100 aniversario del nacimiento del escritor, que he degustado muchos de sus capítulos.