Per el afortunado es un novelón. No solo por cómo hay que ahuecar la mano para cogerlo ni por el número de páginas. El perfil psicológico del propio Per desde su infancia, hijo de padre pastor religioso, miembro de familia numerosa, su rebeldía adolescente, la búsqueda de su propia gloria como ingeniero revolucionario y la de su país gracias a sus proyectos, el codearse con el poder económico judío danés en una sociedad en plena transformación, incluido el propio de cambio de siglo, el acabar aislado al norte del país para evitar seguir haciendo daño a quienes le rodean con sus golpes de fortuna y de soberbia bien vale la pena cargar con el peso del libro y de la huella cristiana del personaje hasta el final de sus días.
Desconozco si en el original Per rompe moldes al idear puertos y canales que hicieran de Dinamarca una nación a la vanguardia europea pues en sus diseños habla de máquinas productoras de energía eólica (comprensible dado el uso de la misma en países donde los molinos son tradición) pero también lo hace de la obtención de energía a través del empuje de las olas. Si soy consciente de que en ocasiones la traductora pareciera que se permite alguna licencia con el empleo de términos propios de conversaciones actuales que a mi modo de ver están bien enmascarados y facilitan mucho la lectura de una obra que permitió a Pontoppidan obtener el nobel hace un siglo además de ser igualada su maestría a la de Dostoyevsky y Thomas Mann.