Pickwick, en medicina, ha dado nombre a un síndrome que se caracteriza por los signos del personaje de la novela: obesidad, facilidad para dormirse en cualquier postura y pausas respiratorias que terminan con un gran ronquido. Sin embargo Dickens opta por explotar las bondades psicológicas de este tipo de personas embarcándolo en la creación de un club rocambolesco cuya finalidad no es otra que, tomando dos años sabáticos, recorrer la Inglaterra Victoriana en busca de conocimientos sobre el género humano lo que permite hacerse con una estampa real sobre los avatares de aquellos años en cuanto a los códigos de honor, las formas de enamoramiento así como las relaciones entre los familiares y la servidumbre.
El Samurai Desnudo
Este sábado vendrá Manuel Pérez Cedrés para firmar ejemplares de su primera novela, El Samurai desnudo. Hemos querido que nos responda unas preguntas sobre ella y alguna que otra cosa.
¿Donde nace “El Samurái desnudo”? ¿Cómo surge la idea de escribirlo?
Hay cosas que parecen pequeñas pero que a mí me resultan grandes, me inspiran: como un sonido extraño, por ejemplo. La simple idea de un nombre interesante para un posible título hace que “la maquinaria” comience a funcionar. Tarde siete años en escribir “El Samurái desnudo”, pero el concepto ya estaba mucho tiempo antes en mi cabeza porque siempre tuve muy claro el título. Quería escribir sobre un adolescente marginal, desarraigado y primario, y quería que formara parte al tiempo de un todo caótico, de una generalidad casi abstracta. Una tarde leyendo a Sartrè supe que la historia debía girar sobre el concepto de la nada como fuente aniquiladora del ser humano: la nada por la nada, el vacío, y por lo tanto, la huida de esa vacuidad como medio de adaptación a un mundo en cambio permanente. Roy, el protagonista, representa esa búsqueda y a la vez esa pérdida; el resto de los personajes son satélites que orbitan a su alrededor.
¿Que va a encontrar el lector cuando lo tenga en sus manos? Espero que un libro. Jeje. Ahora en serio, ojalá una novela que les divierta y al mismo tiempo les haga pensar, que les mueva por dentro. Es una narración muy visual llena de roles definidos, otros más desdibujados (a posta) y otros que se desarrollan en la historia como seres a los que les faltan piezas; piezas que me encantaría que el lector fuera reconstruyendo hasta hacer encajar el puzle. Como autor, veo “El Samurái desnudo” como una ópera fragmentada, algo así como un musical lleno de sonidos sin melodía en el que es imposible oír cantar a nadie.
¿Que hace de “El Samurái desnudo” un libro especial? Especial no sé si es, pero desde luego, sí diferente. Es cierto que eso deberían decirlo los lectores, aunque me parece que sería hacerle un feo a la novela si yo no dejara claro desde el principio que la historia está contada de tal manera que resulta extraña. Cuando pensé en el protagonista de la novela, decidí que debía ser algo así como el reverso oscuro del adolescente Holden Caulfield, el personaje principal de “El Guardian entre el Centeno” de Salinger y, a la vez, una extensión de los pensamientos del alter ego de Radiguet en “El Diablo en el Cuerpo”; narración esta última, que fue vital para confeccionar mi novela. Si soy capaz de llamar la atención del lector con un modelo de escritura distinto al habitual, eso me hará muy feliz.
¿Tienes autores referentes? ¿Alguno que te haya influenciado en particular, o que te haya empujado a escribir? La primera vez que leí “David Copperfield” de Charles Dickens tenía quince o dieciséis años; fue una lectura que me marcó. Un escritor sin referentes es como una paella sin arroz. Jeje. Hay muchos autores que me interesan, por nombrarte algunos: Becket, Bolaño, Muñoz Molina, Bukowski, Dos Passos, Cortázar, Eco, Faulker, Kafka, Holecêk, Tzara, Rilke, C.S. Lewis, Conan Doyle, Proust, Coupland… Chuck Palahniuk, el autor de “El Club de la Lucha” o “Asfixia”, entre otras novelas, es un escritor que me interesa muchísimo, me parece que está más arriba que el resto; es pura vanguardia. En mi opinión, es la proyección de Stravinsky trasladado a la Literatura del Siglo XXI. A él y a su estilo le debo sin duda gran parte de mi inspiración. He de añadir que la música y la poesía son vitales para mí en el proceso creativo, también el cine.
¿Qué ha sido lo más complicado hasta que lo viste en tus manos, editado y listo para salir a la calle? Editar es por lo general un proceso largo y duro; las editoriales y los agentes literarios reciben toneladas de textos al año y deben hacer una criba importante, por eso se queda tanta gente válida por el camino. Si no recuerdo mal el dato, solo el año pasado en España se publicaron alrededor de 77.000 libros. El mercado está inundado de estilos y de escritores, la ley de la oferta y la demanda, para no variar, vive en permanente desequilibrio. En este país, además, carecemos de la tradición lectora de otros como Alemania, por ejemplo, que encima tiene la feria de Frankfurt, la más importante del mundo. Yo no creo en la suerte, pero si creyera en ella diría que he tenido mucha con respecto a la salida del libro a la calle. Por decir algo, lo más difícil ha sido la espera tras siete años escribiendo la novela.
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¿Cómo ves el futuro del libro y las librerías? No pienso usar esa palabra que empieza por “c” y acaba por “s” y que repiten hasta el hartazgo los Mass Media. Me niego. Lo que no puedo negar es la falta de liquidez del público potencial, hecho que ha mermado a los lectores de toda la vida e impedido que se sumen nuevos. Pienso que las librerías deben adaptarse al cambio que nos llega: apostar por el minimalismo, restringirse (sin asfixiarse) a un público más minoritario que en el fondo es el más fiel, procurar ser más monotemático, no sé… Está claro que para sobrevivir hay que vender, pero (con todo el respeto del mundo) si yo tuviera una librería sería incapaz de tener en stock el libro de Belén Esteban; me resultaría abominable, terrorífico. Yo al menos no podría. Con la entrada de las nuevas tecnologías han bajado aún más las ventas del libro tradicional, por lo que hay que seguir adaptándose y ofrecer cosas diferentes que atraigan al lector de toda la vida. Opino que los libreros deberían salir más a la calle; ser más itinerantes, convenir con las administraciones locales fórmulas que permitan organizar ferias de saldos de libros de manera más habitual y en más lugares, por ejemplo… Luego está el trabajo de los maestros en los colegios (aunque sé que están desbordados), la animación a la lectura en los ayuntamientos y centros, etc. Todo debería redundar en la cultura, a pesar de que algunos se empeñen en hacerla cada vez más inaccesible. Pero ya se sabe que el conocimiento te hace libre y para los que mandan es más fácil dominar a una masa inculta. Centrarse en el pensamiento y en los valores del ciudadano hace más débil al dirigente, así que seamos portadores de un mensaje plural sobre la cultura; seamos el cambio.
¿Próximos proyectos? Estoy en plena revisión de APÓSTOL, mi segunda novela, y comenzando a escribir la tercera. Tengo un proyecto en mente desde hace tiempo, que es el ambientar la lectura de algunos de mis poemas en off con imágenes experimentales y vídeo-creación, incluso time-lapses, aparte de un proyecto de poesía e ilustración con mi hermano, el pintor Pedro Cedrés. Pendiente también de escribir y co-dirigir un vídeo musical de una banda de la isla y en enero empezaré a reescribir el guión para un corto que también voy a dirigir. Todo esto de momento. Jeje.