Desconocía Isidore Ducasse que, bajo el seudónimo de Conde de Lautréamont, sus cantos, con una primera edición de diez ejemplares, provocarían tal desaguisado. Su prosa poética pasó desapercibida durante años, con la excepción de aquel primer editor que consideró muy arriesgado exponer al público el odio de Maldoror hacia Dios y su obra más importante: el propio hombre. Con 24 años Isidore dispara a diestro y siniestro contra todo convencionalismo establecido en un intento por destruir la realidad en favor de lo imaginario, de todo lo que se aleje del bien, aunque por ello sufra.
Libro de culto para el surrealista André Breton, libro inspirador para Modigliani y Dalí no deja de sorprender en los primeros cantos al lector, a quien enfrenta a sus propios principios, para luego ir perdiendo fuerza hasta el último capítulo de carácter novelesco.
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