Ocurre como con los toreros. Hay tardes de oreja y vuelta al ruedo como la lidia de El Varón Rampante, o de salida a hombros de la plaza como en Las Ciudades Invisibles. (ambos de Italo). Con el mismo convencimiento empecé Los amores difíciles al relacionarlo con otro gran rejoneador de amores, en este caso ridículos, como es Kundera, pero poco a poco la fiesta fue decayendo hasta entender que lo leído obedecía más a un ejercicio de entrenamiento con trece vaquillas que a una buena tarde en el tendido. Por suerte segundas partes, que no siempre fueron buenas enmendaron la jornada gracias a dos buenos morlacos como son La hormiga argentina y La nube de smog. (Javier González)
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