Las Ferias del Libro son eventos culturales que buscan el encuentros entre libreros, editores, autores, lectores y curiosos. Se firman libros, se presentan al público novedades editoriales y se combina todo eso con un sinfín de actividades lúdicas y de entretenimiento para toda la familia. Suelen contar con la presencia de personajes mediáticos que sirven de reclamo para fortalecer el evento y contribuir a la finalidad de las mismas, que no es otra que la de fomentar la venta de libros y la lectura. Las ferias del libro son para muchísmas ciudades y pueblos el acontecimiento cultural más importante del año, tanto por su duración como por la afluencia de público y evidentemente por el interés económico que generan. Se sabe que la industria del libro es el sector cultural que más aporta al Producto Interior Bruto (PIB), poco más del 1%. En definitiva una feria del libro no deja de ser una oportunidad excelente para que una ciudad o pueblo ponga en valor su patrimonio cultural, intelectual, social o económico a través de la comunicación entre sus librerías y los ciudadanos.
Pues bien, nos ha dado la impresión de que en La Laguna no se ha tenido en cuenta buena parte de estos conceptos ya que hemos vivido una Feria del Libro que de entrada, y tal y cómo nos imaginamos después de ojear el programa de actividades, podría haberse llamado de cualquier otra forma. Para empezar no se programó ni una sola presentación de libros y ni siquiera se habilitó un espacio para ello. Tan solo las carpas para las librerías y un escenario para las escasas actuaciones musicales e infantiles programadas y la improvisada presentación del libro Sin rencor, memorias de un republicano de Mauro Martín Peña editado por LeCanarien. Sí hubieron firmas de libros en las carpas de los libreros y en algún momento se percibió un ambiente de feria chiquita donde escritores, aficionados a la escritura, y algún que otro oportunista intercambiaban con paseantes y curiosos impresiones librescas. La promoción y el interés mediático del evento fue practicamente nulo, salvo en su inauguración donde al parecer se presentaba la feria de una ciudad con un rico patrimonio cultural que quiere ser referente y se autodenomina la capital cultural de Canarias. Pero no. Creemos que a esto no se le puede llamar Feria del Libro de San Cristobal de La Laguna.
¿Fue esto lo que provocó una afluencia de público notablemente inferior a la del año pasado y que las ventas en Masilva bajaran un 5% con respecto a la anterior edición? Pues puede ser. Pero es imposible confirmarlo. Desgraciadamente lo que si podemos confirmar es que La Feria del Libro de La Laguna no ha sido la feria más importante del año para nosotros, y desde que somos Masilva, lo ha sido siempre y con diferencia.
El argumento de la crisis y la falta de medios se está convirtiendo en la excusa perfecta para descuidar obligaciones y desmantelar el tejido cultural de muchos pueblos y ciudades, y a nosotros nos parece que se está notando demasiado. Y a la vez nos preocupa que pase desapercibido y se escurra el bulto mientras nos limitamos a poner cara de «ya ves, se podría hacer mejor, pero bueeeeeno». La Feria del Libro de La Laguna no puede caer en la apatía ni desintegrarse en una explosión de olvido y ninguneo y los libreros y libreras debemos tomar partido y hacer el esfuerzo que se merece. Pero por otro lado es indispensable un esfuerzo real y comprometido de los responsables públicos para cumplir sus obligaciones en el fomento y difusión de la cultura.
Aprovechamos para felicitar nuevamente a Sagar Prakash Khatnani, ya que su libro Amagi, tal y como sucedió en la pasada feria de Santa Cruz, ha sido el más vendido en Masilva.
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