A menudo nos encontramos explicando a clientes y amigos la variopinta realidad del precio de los libros.
Tenemos que lidiar a diario con ávidos clientes que tratan de regatearte unos céntimos argumentando que, «en la otra librería está más barato» o solemnes y concluyentes propuestas para que reduzcamos nuestro margen de ganancia un cinco por ciento por la cara.
En otras ocasiones, sentimos el resoplar disconforme, seguido de rostros belicosos que observan un diminuto precio a lapiz, frágil pero concluyente en una esquina del libro, que nos provoca picores en los oídos y la nariz, nos hace tropezar con nosotros mismos, mientras imágenes de libreros draconianos, codiciosos y usureros invaden la librería.
La cosa es que la realidad es bastante sencilla y muy diferente a la de otros comercios y negocios:
Casi todos los libros que vendemos tienen un precio fijo, único, e inalterable. La LEY 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas, se encargó de ello al considerar que «la regulación sobre la comercialización del libro y publicaciones afines parte de la convicción de que se ofrece un producto que es más que una mera mercancía: se trata de un soporte físico que contiene la plasmación del pensamiento humano, la ciencia y la creación literaria posibilitando ese acto trascendental y único para la especie humana, que es la lectura» si, eso dice la Ley. Luego considera que regulando el precio de los libros se facilita el acceso a los mismos por parte de la ciudadanía ya que de esa manera las librerías podrán mantener fondos diversos donde convivan novedades y libros de rápida rotación con otros que por su importancia y trascendencia universal deben estar al alcance de cualquiera, facilitándose así el acceso igualitario y diverso a la cultura, tal y como exige el artículo 44 de nuestra Constitución.
En base a esto, la ley plantea que sea el editor, es decir, el fabricante del libro, el que establezca el precio final del mismo según sus cálculos de coste y beneficio. El editor, vende al distribuidor que compra con un margen de descuento y el librero compra a un distribuidor con otro margen. Ese margen es el que el librero le gana a cada libro que vende. ¿Y cual es? Pues para nosotros, normalmente un 25% del precio del libro. Es decir, suponiendo que un cliente compra un libro por diez euros, el librero gana dos euros y medio. A veces, solo a veces, llegamos al 30%.
Y es así en la mayoría de los casos. Luego hay matices y excepciones, pero ya se las contamos otro día si no les apetece mirarse la ley en cuestión.
El vender libros viene a ser algo diferente que vender cualquier otra cosa, por muchas razones, muchas son obvias. A nosotros a veces nos preguntan si estamos bien de la cabeza, que como se nos ocurre vender libros, que por que no nos dedicamos a otra cosa. La verdad es que nos da igual. Somos libreros y mientras no surja algo más interesante seguiremos siéndolo.
Así que por favor, la próxima vez que acuda a una librería, si aún sigue haciéndolo, trate a su librero con cariño, dele un abrazo o apadrínelo. Si le compra un libro pues mejor, así usted, podrá saciar a su espíritu, y él ganar su 25.
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