Aprovechando el dominio comercial de Francia en Oriente a finales de la década de 1920, y la revolución que tuvo lugar por aquellos años del Partido comunista y su aliado, el Koumintang, contra los militares que gobernaban China, Los señores de La Guerra, teniendo a Chang Kai Shek como objetivo, Malraux, con personajes de a pie (unos empeñados en cambiar el curso político, dispuestos a morir inmolándose, otros en guerrillas callejeras o ingiriendo cianuro y otros siendo partícipes como colaboradores, instigadores y corruptores) articula una novela en la que despliega, con sus comportamientos, todo el crisol de la condición humana
Portarrelatos. José de la Colina
Para los amantes del microrrelato con una extensión de unas pocas frases hasta unas pocas páginas Portarelatos es uno de esos ejemplos en los que la forma de contar una historia tan grande en tan poco obliga a la relectura de la misma, pues al igual que el ofrecido por la cucaracha de la portada, invita a comprobar cómo es posible tal equilibrio. Para muestra algunos ejemplos: “Acostada desnuda y desprevenida bajo la tormenta, un rayo le quitó la doncellez” “Onán: Como ninguna mujer le concedía la mano, se concedía la suya propia” “Ser o no ser. Ser escarabajo feliz o ser Gregorio Samsa infeliz: he ahí el dilema”
El ruido y la furia. Willian Faulkner
El Ruido y la furia seguramente ha de deber su título a otras múltiples razones pero probablemente para quien se acerque por primera vez a Faulkner a través de este título no le quede otra que experimentar el ruido de fondo, durante la lectura del primer capítulo, provocado por las frases inconexas de un retrasado mental, los saltos temporales y las continuas apariciones de sus diferentes cuidadores sin una relación lineal. Quien preserve, tras darse cuenta de la maestría del escritor al ponerse en la piel del personaje con tales deficiencias, y aún el libro no haya hecho ruido al tirarlo sobre la mesa por imposible, pasará a la furia provocada por el enfado de un segundo capítulo donde imita a través del uso de párrafos carentes de puntuación e inconexos el estado depresivo de otro de los personajes mientras discurre sobre el paso del tiempo. Si aún el libro permanece en las manos, la lectura de los dos capítulos restantes dará a entender el por qué del ruido ejercido por este libro que figura entre los de obligada lectura para muchos escritores y es referenciado en múltiples listados dentro de las mejores novelas a nivel mundial. Llegado al final del libro, el lector tras el apéndice que facilita la comprensión de lo dejado entre frases inconexas y ausencias de signos de puntuación, acabará enganchado con furia a este autor que como pocos ha sabido usar el flujo de conciencia en personajes tan pintorescos.
Svetlana Alexiévich. Voces de Chernobil
Hacía tiempo que no leía un libro tan conmovedor. Está escrito por una bielorrusa. Sin embargo, Chernóbil está en Ucrania. En él se hace eco de la huella dejada por la catástrofe del reactor nuclear ruso. El epicentro reactivo se encuentra a dieciséis kilómetros de la frontera entre ambos países.
En realidad el libro quienes lo escriben son los protagonistas. Recoge el testimonio de aquellos que han sobrevivido a quienes primero llegaron a sofocar la tragedia y no los dejaron regresar a sus hogares; de aquellos que decidieron escapar de la evacuación obligatoria para quedarse a vivir en una tierra de muertos; de aquellos que se dieron cuenta que las abejas no salieron durante cuatro días de las colmenas y de que para encontrar una lombriz con la que pescar tuvieron que escarbar a un metro de profundidad; de aquellos que se llevaron la puerta de su casa pues según su cultura en ella está toda la historia familiar con el crecimiento de sus miembros marcado con muescas y la impronta de la muerte al ser usada como altar a la espera del féretro para que ésta tenga vía libre y abandone la casa; de aquellos que fueron reubicados en pisos y dotados de su pensión económica que acabaron volviendo a sus casas cansados de hijos y nueras obsesionados con limpiar todo lo que ellos tocaban o la historia de quien anunciaba en el mercadillo la venta de manzanas de Chernóbil, según muchos haciéndose la peor de las propagandas posibles a lo que ella contestaba que eran las mejores manzanas para las suegra y los jefes.
Pero si hay una historia que impacta es la primera, la que empieza: No sé de qué hablar… ¿De la muerte o del amor? ¿O es lo mismo? ¿De qué? Titulada: Una solitaria voz. La voz de una esposa embarazada de seis meses que despide a su esposo bombero tras la explosión mientras él le dice: Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Volveré pronto.
El árbol de la ciencia. Pío Baroja.
No entró en mis planes de estudio como una de esas lecturas obligatorias por trimestres. Sin embargo, me consta el uso de El árbol de la ciencia en muchos institutos. De las cien primeras páginas deduje el poco interés para tal fin que deben presentar los alumnos ante la obligación por conocer la vida de Madrid de entre siglos XIX y XX con gran variedad de personajes que entran y salen de escena creando el ambiente que justifique la trama filosófica en torno al sentido de la vida que tiene lugar posteriormente.
Es esta segunda parte de la lectura la verdaderamente aprovechable para despertar en el alumno las preguntas existenciales que envuelven las postrimerías de la pubertad haciendo uso de los diálogos entre el protagonista, Andrés, médico en formación, y su tío, también doctor, con Kant y Schopenhauer como guías. Finalmente, la trama vuelve a Madrid y su vida cotidiana donde, a través de Andrés, Pío Baroja justifica su línea de pensamiento.
Se me ocurre que también podría ser lectura recomendable durante la pubertad jubilar, cuando tanto tiempo se va en recapitular y tanto queda por hacer siendo lo más cómodo abandonarse en un banco de la plaza para ver la vida pasar.
Per el afortunado. Henrik Pontoppidan
Per el afortunado es un novelón. No solo por cómo hay que ahuecar la mano para cogerlo ni por el número de páginas. El perfil psicológico del propio Per desde su infancia, hijo de padre pastor religioso, miembro de familia numerosa, su rebeldía adolescente, la búsqueda de su propia gloria como ingeniero revolucionario y la de su país gracias a sus proyectos, el codearse con el poder económico judío danés en una sociedad en plena transformación, incluido el propio de cambio de siglo, el acabar aislado al norte del país para evitar seguir haciendo daño a quienes le rodean con sus golpes de fortuna y de soberbia bien vale la pena cargar con el peso del libro y de la huella cristiana del personaje hasta el final de sus días.
Desconozco si en el original Per rompe moldes al idear puertos y canales que hicieran de Dinamarca una nación a la vanguardia europea pues en sus diseños habla de máquinas productoras de energía eólica (comprensible dado el uso de la misma en países donde los molinos son tradición) pero también lo hace de la obtención de energía a través del empuje de las olas. Si soy consciente de que en ocasiones la traductora pareciera que se permite alguna licencia con el empleo de términos propios de conversaciones actuales que a mi modo de ver están bien enmascarados y facilitan mucho la lectura de una obra que permitió a Pontoppidan obtener el nobel hace un siglo además de ser igualada su maestría a la de Dostoyevsky y Thomas Mann.
Tres novelas exóticas
No suelo usar las opiniones de la contraportada de un libro pero tras leer el libro me he acordado de un conocido presentador de televisión…
«Una escritura despojada hasta el máximo, en la que ninguna palabra sobra, y sin embargo es envolvente y sensual hasta rozar lo obsesivo, casi como un sueño vivido.»
«Las novelas escritas por guatemaltecos (o sus variantes de género) son, por definición, exóticas. Las novelas guatemaltecas ambientadas en la selva del Petén, en África del Norte o en el sur la India pueden no tener el encanto de lo extraño, pero deben llamarse, en rigor, exóticas», declara el autor en su introducción a este volumen memorable.
Escritor errante, Rodrigo Rey Rosa es un maestro a la hora de retratar las geografías que ha conocido y a los seres humanos que las pueblan. Marruecos, la India y las antiguas tierras mayas en la selva de Centroamérica acogen las novelas aquí recogidas -Lo que soñó Sebastián, La orilla africana y El tren a Travancore (Cartas indias)-: tres historias para viajar y atesorar.
«Rodrigo Rey Rosa pone al lector «fuera de sí», lo hace soñar, lo trastorna, lo domestica y, después, en un perfecto smash, lo envía lejos de toda certidumbre.»
«Discípulo libresco de Jorge Luis Borges, primero, y en directo de Paul Bowles, después, Rodrigo Rey Rosa es un narrador sin patria ni tradición, marcado por la austeridad ejemplar de su escritura.»
«Rey Rosa crea historias de proporciones míticas.»
«No hay duda de que Rey Rosa es uno de los mejores escritores del momento.»
«Un implacable testigo, aunque jamás un cronista, del cruce y el conflicto de razas, culturas y civilizaciones.»
…cuando dice aquello de: acaban ustedes de oír las noticias, ahora le contaremos la verdad.
La jungla
Upton Sinclair
Por qué la carne de Chicago, cuando tu madre te enviaba a la venta a comprar una lata de carne molida para hacer un revuelto, era de Chicago, es algo que ni solíamos ni solemos preguntarnos al echar mano a una de esas latas con el toro impreso en ella junto a la llave pegada para abrirla. La misma a la que en sus tiempos había que desenroscarle luego el serpentín de metal, evitando no cortarse, para que dicha llave formara parte del ajuar de cucharas, tenedores y cuchillos en la gaveta de la cocina que tu madre era la única capaz de encontrar.
La Jungla es novela que instruye sobre la carne de Chicago, allá por los inicios del siglo XX cuando esta ciudad tuvo el monopolio de su comercio. Trust de la carne, cuyo sinónimo es Cártel de la Carne. En Packingtown, al sur de la “Ciudad del Viento” entraban los trenes cargados de reses y salían con éstas transformadas en todo tipo de productos: desde jamón y salchichas hasta pieles y abono, bajo la máxima que dice: del cerdo se aprovecha todo menos los gruñidos. Allí acudieron miles y miles de trabajadores que hicieron cola a las siete de la mañana en busca de una ocupación. Primero irlandeses, luego italianos, mas tarde polacos y a continuación eslavos entre los que se encontraba Jurgis, lituano, y toda su familia.
La de calamidades sufridas por cualquier trabajador en aquellas industrias así como las del propio Jurgis hace que la novela sea realmente dura, entre otras cosas porque no hay capítulo en los que, por decirlo de alguna forma, salga el sol. Quienes estaban en la primera planta vivían con los lamentos de los animales, la sangre y el calor de las calderas. Los del piso inferior sufrían en la cabeza las altas temperaturas del piso superior, la pérdida de dedos de las manos en el despiece, y de los pies por la salmuera y por el frío de las salas inferiores donde se guardaban las piezas. Con excedente de mano de obra, el recambio estaba garantizado cuando las infecciones provocadas por accidente, ratas o heridas que no cicatrizaban disminuían el rendimiento. Abrirse camino con los exiguos salarios era muy difícil pues al adquirir una casa no se les informaba de la letra menuda en torno a los intereses y esto condenaba a la prostitución de sus mujeres para conservar el empleo y el hogar y para tener ingresos extras; también obligaba al trabajo de los hijos en la venta de periódicos. Todo en un ambiente en el que los sindicatos van tomando conciencia, policías y jueces ganan corruptas prebendas, se inician huelgas y aparece la visión socialista como contrapunto.
Es esta visión la que al final de la novela facilita unos capítulos tediosos, más propios de un ensayo político, al describir algunos de los discursos tenidos lugar en enfrentamientos públicos entre republicanos, demócratas y clérigos defendiendo sus posturas. De los cambios provocados por esas dialécticas observamos hoy las mejoras en esos programas de televisión en los que nos demuestran “cómo se hacen” ya sean los donuts o las gominolas en forma de osito, que distan mucho de esos “cómo se hacen” en países en vías de desarrollo en los que es fácil entender que las cosas no han cambiado sino que se han trasladado y que la jungla sigue siendo la jungla.
También se han trasladado las etiquetas de los envases. Ahora la carne de lata es de vacuno 98.7% (54% carne de vacuno, resto casquería de vacuno) y ya no viene de Chicago ni de Brasil sino del Polígono Escaleritas en Gran Canaria.
Adolf
Osamu Tezuka
Adolf es un comic de dos tomos que narra la vida de tres Adolf. La de Hitler y la de dos jóvenes muy amigos que viven en Kobe, ciudad nipona. Uno, hijo de japonesa y padre diplomático alemán con dedicación al espionaje y, el otro, japonés de familia judía. Entre los tres unos papeles a proteger que aseguran la impureza racial aria de Hitler y un periodista que cuenta su propia historia que a modo de pieza de puzle encaja con los tres Adolf a lo largo de los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial y la creación del estado de Israel hasta la formación del grupo terrorista Septiembre Negro.
Ofrece una visión a una escala mayor de la centroeuropeista más cercana, con el trasfondo de cada una de las historias particulares de sus protagonistas envueltos en la defensa de sus ideologías, en el devenir de los intereses de Berlín por Tokio, los de Japón con la Manchuria ocupada a Rusia y China, los de EEUU y su conocimiento del ataque a Pearl Harbor e incluso el intento de intervención franquista allá por 1945 ante la ocupación de Filipinas.
Una forma de acercarse a la historia de forma dinámica, entretenida y a explorar como recurso de conocimiento.
Vida y destino
Con Vida y destino, Grossman no solo recuerda a los inmortales escritores rusos Tolstoi y Dostoievski sino que se pone a su altura. Lo primero que impresiona cuando se tiene en la mano esta novela, editada por Galaxia Gutemberg, es su peso. Más bien la distribución del mismo pues se coja por donde se coja está bien equilibrado. Ese mismo peso, antes de llegar a leer la primera página, a sabiendas que la última es la mil ciento quince hace pensar también en que seguramente pueda ser un ladrillo. Vasili, que fuera reportero de guerra soviético, cuya novela, escrita en 1960, tuvo la suerte de ser microfilmada, sacada de la URSS, donde estaba prohibida, y publicada recientemente en español, distribuye su historia entre Stalingrado, Leningrado, Moscú y cualquier aldea perdida entre los Urales o en Siberia; también lo hace entre campos de concentración alemanes a donde van a parar judíos y los campos soviéticos a donde van los depurados en 1937 por La Gran Purga; entre los militares rusos que están en activo, los militares alemanes, los científicos, los campesinos y entre todos los estratos sociales; tan igual se adentra en una fábrica como en un laboratorio, en una trinchera como en un despacho. Distribuye el peso entre órdenes militares, resistencias numantinas de puestos estratégicos, amores, envidias profesionales, hambre, miseria, dudas existenciales y todo lo que todo lo que motivaba a seguir viviendo en Rusia en aquellos momentos. en aquellos momentos. Ese peso tan bien distribuido se convierte en un ladrillo contra el comunismo reinante al que iguala con el fascismo nazi, contra el aparato burocrático, las formas de acceder al poder, la distribución de la riqueza y contra todo aquello que durante años tuvieron miedo a decir en voz alta.