Cuando los microrrelatos son buenos siempre existe una cierta connivencia con su autor, una cierta tolerancia que perdona las posibles faltas por intentar decir tanto con tan poco. Si por el contrario son muy buenos el lector ha de pararse tras el punto final, sonreír y volver a leer para disfrutarlos nuevamente porque llámese como quiera denominarse (relato hiperbreve, nanocuento, literatura cuántica, minicuento, microficción) a esos pocos renglones en los que se despliega toda una historia ni le falta ni le sobra una palabra. Es una obra arquitectónica realizada a escuadra y cartabón que al igual que éstos útiles deja al lector los triángulos huecos para que se asome por ellos y siga construyendo el resto de la obra a su imagen y semejanza tras su lectura. Es lo bueno que tiene una Antología. (Javier González)
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