Toda literatura es baldía como la tierra gastada, pero podemos recuperar algunas porciones si las habitamos realmente con el espíritu, a pesar de la erosión permanente del lenguaje.
“Lo vi inserto entre otros en una de las estanterías dedicadas a literatura latinoamericana. Había leído previamente Confabulario. Si es de Arreola… me dije. ¡Cómo evitar al menos ver la portada! Con el dedo índice lo fui inclinado. ¿Un oso pedaleando en bicicleta? ¡Cómo evitar tenerlo entre las manos para comprobar tal equilibrio! Bestiario, Cantos del mal dolor, Prosodias y Aproximaciones. El último bloque parece poesía escrita y algo lioso, metafísico. El resto lo abras por donde lo abras, leas cualquier relato corto que elija la suerte, logra tal equilibrio entre todo lo que expresa con tan pocas frases que como su apellido, riza el rizo, y convierte un espacio circular abierto en una “areola literaria” llena de terminaciones nerviosas que estimulan la fantasía.
Y es que Juan José con un papel y un lápiz entre las manos sabe lo que hace. ” (Javier González)
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