En América Latina, lo maravilloso se encuentra en vuelta de cada esquina, en el desorden, en lo pintoresco de nuestras ciudades, en los rótulos callejeros o en nuestra vegetación o en nuestra naturaleza y, por decirlo todo, también en nuestra historia
“Los pasos perdidos son los de un occidental que remonta el Río Orinoco en busca de primitivos objetos musicales, conocidos por referencias misioneras, en los que se fundamenta el origen de toda música. Una parte del viaje es hecho en compañía de su amante blanca, un Adelantado, un buscador de oro y un Fraile, hasta que ella enferma de paludismo y regresa; luego siguen remontando el cauce y en esta parte del viaje se enamora de una nativa. Esta trama justifica al autor, cuando el protagonista arriba a los confines de lo desconocido, para situarlo al final del Cuarto Día del Génesis, “de tal forma que de retroceder un poco más, llegaríamos a donde comenzara la terrible soledad del Creador”. Es en ese punto, en el que lo civilizado pierde su utilidad y lo incivilizado comienza a entenderse como el noble arte de vivir, donde el protagonista se enfrenta al origen del hombre bajo su propia mirada y duda entre comenzar una nueva vida o regresar.”(Javier González)
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