Abordé su lectura con mucha ilusión pero creo que debí elegir su poesía a su prosa. Espero tener más suerte con su poética pues lejos de los sálvame y gran hermano de la literatura establecida por el sistema como pret a porter se encuentra Panero, tan marginal a todo lo mundano, que decidió vivir sus últimos años ingresado en régimen abierto en el psiquiátrico de Gran Canaria. Buena parte de su prosa se repite en ideas que de pronto son salpicadas por genialidades que a modo de agujeros gusano dan explicación a la conexión entre mundos distintos.
Sus cuentos se enrocan en la muerte y el tránsito hacia lo sobrenatural, en ocasiones marcados por la antropofagia, con una España de fondo a la que odia. Me gustó alguna de Las cuatro variaciones sobre el filicidio y especialmente Páginas de un asesino en las que Panero escupe tinta a borbotones como única forma de liberar los nudos neuroendocrinos reverberantes de su mente para plasmar pensamientos que el resto de mortales decapitamos mucho antes de verlos aflorar en nuestra conciencia no vaya a ser que se nos vea el andar de la perrita.
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