«Nada que pueda uno decir afectará o expresará en modo alguno la genialidad de este libro. Juzgarlo, aunque sólo sea para encomiarlo y rendirle homenaje, raya casi en la insolencia. Uno sale enriquecido de su lectura y más esperanzado de lo que tiene derecho a estar».
George Steiner
Editado por Acantilado, traducción de Lydia Kúper y prólogo de Joseph Brodsky
«No es una novela pero su estructura en relatos cortos concatenados da esa impresión. Describe perfectamente la sociedad rusa estalinista pero no es un ensayo social. Dista de ser un folletín rosa aunque el amor que les unió durante nueve años impregna cada página. Tampoco es un tratado sobre literatura soviética de la época, más concretamente de poesía, aunque la autora relate el proceso de composición poética por parte de Ósip, su marido. Son recuerdos, los de esa señora que aparece en la portada, toda ella consumida por el hambre y el repudio, en la que impresiona su enorme cabeza, quizás hipertrofiada al tener ocupada su memoria con los poemas de su marido, única forma de salvarlos para la historia, en un régimen en el que los escritores estaban amparados por la Unión de Escritores y tenían derecho a un sueldo por parte del estado, a chalet y coche si comulgaban con la filosofía de poder.
Ese fue el gran pecado de Ósip Mandelstan, escribir un poema sobre el dictador que facilitaba estas prebendas, al margen de su credo, como si de una canción protesta se tratara en la que dice: “sus dedos gordos parecen grasientos / como pesas certeras las palabras de su boca caen. / Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha / y relucen brillantes las cañas de sus botas. Por suerte, contra toda esperanza su memoria se ha conservado viva, a pesar de las purgas comunistas. (Javier González)
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