La portada es clara. En torno a la muerte, los miedos que genera, los que nos han generado, los antes y después de esas ánimas que vagan en cuartos cerrados, vasijas y cementerios, Iwasaki adorna sus microrrelatos colocando una condecoración de Poe, el anillo de James o la leontina de Lovercraft dándoles un toque personal propio de quien vivió aquellos entierros de antaño, con su caldo y plañideras. En unos casos sorprenden sus finales, en otros la habilidad para construirlos, en unos queda flotando el miedo si se releen mentalmente y en otros provocan una risa burlona que nos hace mirar de reojo.
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